En octubre pasado se cumplió el XXX Aniversario de la creación del Parque Natural de Oyambre. Celebraciones, ninguna. Y si alguien tiene el (mal)humor de leer la Exposición de Motivos de la ley 4/1988 –de la LEY, no de ningún decreto, lo que debería haber comprometido mucho más a los gobiernos responsables que se han sucedido desde entonces– de 26 de Octubre por la que se declara "Oyambre" parque natural comprobará, si hace un balance mínimamente objetivo, que "las razones científicas, culturales, conservacionistas, turísticas, económicas y sociales" que allí se mencionan han sido atropelladas y degradadas por una gestión nefasta y depredadora, precisamente de los recursos que se invocaron para la declaración del espacio protegido.
Y es que transcurrido todo ese tiempo resulta incomprensible que Oyambre siga sin Plan Rector de Uso y Gestión, sin Plan de Desarrollo Sostenible, sin los Planes Sectoriales de Buenas Prácticas Agroganaderas, Forestales, Pesqueras y Turísticas, sin un Programa de Corrección y Restauración de los Impactos ambientales y sobre el paisaje o de los testimonios más relevantes del Patrimonio Natural y Cultural, sin una plantillla fija de guardería, guías, personal de mantenimiento, y profesionales de la investigación, sin una normativa urbanística rigurosa y exigente sobre la integración respetuosa de los núcleos urbanos en el territorio que ocupan, sin un Centro de Interpretación –y su descentralización adecuada– que hiciera de la Casa del Pozo lo que lleva 10 años sometida al expolio y el abandono, sin una marca de Origen que revalorizase los bienes y servicios ofrecidos por los tejidos productivos locales, sin la ampliación contemplada en la propia Ley del Parque a las rías de Tina Menor y Tina Mayor o, tal como recogen las Leyes estatales, a un Area marina Protegida en el frente litoral para garantizar la continuidad ecológica o evitar la destrucción y el arranque de los campos de algas y la fauna asociada, sin una consignación estable y generosa de subvenciones y financiación a las actividades privadas y públicas de los habitantes y ayuntamientos, o –y sin ser exhaustivos– haciendo las lecturas más restrictivas o simplemente ignorándolas, de las disposiciones legales o de las numerosas sentencias y resoluciones judiciales sobre las numerosas agresiones que se han venido produciendo por todo el Parque ( y que bien podrían ser objeto de denuncia o seguimiento con la creación de una página webb para facilitar el intercambio de información entre los usuarios y la dirección del espacio protegido o para agilizar las reuniones y debates en e Patronato)
Porque mientras tanto el relato de lo ocurrido no puede ser más desolador si alguien conserva aún la memoria de lo que fue –y pudo ser– el Parque Natural de Oyambre: Los estragos sobre los campos de dunas, los ecosistemas litorales y el paisaje causados por el campo de golf, el macroaparcamiento de Merón y el camping del Rosal han sufrido una artificialización extrema que les impide desempeñar la función de colchón amortiguador de los grandes temporales, se han interrumpido los flujos intermareales con las zonas húmedas adyacentes, y se ha dejado en la ruina ejemplos únicos de las culturas marineras y la investigación representados por la Torre de Ballenas, las colonias de la Institución Libre de Enseñanza, o el Lazareto de Abaño. Estragos que se han acentuado por la pérdida de la productividad biológica como resultado de las alteraciones, rellenos, diques, puentes o carreteras con escasas luces y vertidos en las marismas de Pombo, Rubín, Zapedo-Capitán y La Rabia-Rioturbio, Los Llaos, Bederna, Merón y otras colas de penetración del mar en el interior. Añádase a ello los atropellos urbanísticos con la interpretación abusiva en la construcción de viviendas en suelo rústico y el hacinamiento de los barrios de La Barquera, Las Tenerías o Las Calzadas, Merón, La Argolla, La Braña, El Tejo, Trasvía... , la carencia de la mínima intencionalidad estética en los nuevos puentes de La Rabia y Zapedo con sus estridentes escolleras y tableros de hormigón visto, la desaparición de las hlleras arboladas características de las culturas viarias tradicionales en la carretera Barreda-La Revilla que pretenden rematarse ahora con la tala de varios ejemplares que resistían aún entre Solatorre-Rubárcena y La Rabia, el incumplimiento de las sentencias de derribo y desmantelamiento de la escollera del Pájaro Amarillo o del Pabellón Polideportivo o de la restauración ambiental del campo de golf, el aparcamiento de la playa y la infraestructura de la macrourbanización de Santa Marina, y la pésima gestión forestal del Monte Corona con talas a matarrasa, riegos asfálticos en las pistas de acceso o plantaciones masivas e indiscriminadas de pinos y eucaliptos en perjuicio de la reforestación con especies autóctonas, la ampliación de los bosques de galería y las formaciones de ribera, y actuaciones mucho más eficaces en la prevención y erradicación de especies invasoras como la chilca, el plumero de la Pampa o la reynoutria
Estos impactos y degradación de los valores ambientales y el paisaje del Parque de Oyambre se verían afectados de manera irreversible por la ejecución del pretendido proyecto de macropuerto deportivo que carece de estudio económico-financiero sobre el tráfico, la competencia de otros puertos, y la demanda de atraques en el Oriente de Asturias y en la propia costa de Cantabria; que ignora en el Estudio de Impacto Ambiental las disposiciones legales que, por ejemplo entre muchas otras, se recogen en la Ley de Declaración del espacio protegido que en su artículo 3.1 referido al régimen especial de protección de la zona litoral queda expresamente prohibida "la instalación de elementos artificiales de carácter permanente que limiten el campo visual, rompan a armonía del paisaje o desfiguren las perspectivas"; que va a suponer la privatización de la franja marítimo-terrestre en una zona muy céntrica y frecuentada del núcleo urbano; y que trae consigo una cuantiosa inversión que, por otro lado, no contempla un estudio de prioridades de otras necesidades para la población de San Vicente, una mejora del puerto pesquero o el acondicionamiento de espacios de atraque mucho más baratos e integrados con la bahía y los escenarios naturales; escenarios que deberían ser objeto, por otra parte, de una ambiciosa restauración del entorno de San Vicente y el Parque de Oyambre mediante la sustitución de las masas arboladas de eucaliptos y pinos por las especies autóctonas de encinas o robles en lugares tan relevantes como el cabo de Oyambre, los Picos de Bederna, el Monte Saria o los bordes de marismas, estuarios y arroyos para garantizar las perspectivas abiertas, la profundidad de campo, el carácter diáfano de los horizontes, la eliminación de los efectos-pantalla y el respeto a las líneas de cumbre. Todo ello, en el marco de un programa integral de prevención de los efectos del cambio climático y la subida del nivel del mar a través de un retranqueamiento generalizado de infraestructuras, asentamientos y actividades que contribuiría, también, en muchos casos, a eliminar los impactos de los aparcamientos, garitos, tejavanas, establecimientos y autocaravanas en las áreas más frágiles del litoral mediante su relocalización en el eje de la carretera de Comillas a La Revilla y el funcionamiento de vehículos lanzadera para las personas con dificultades de movilidad.
Emilio Carrera. Representante de las organizaciones ecologistas de Cantabria en el Patronato del Parque Natural de Oyambre.
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